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Nos ocupamos del mar

Nos ocupamos del mar

Nos ocupamos del mar y tenemos dividida la tarea: ell@s cuidan de las olas y nosotr@s
 vigilamos la marea. Es cansado, por eso al llegar la noche, ell@s descansan a nuestro lado…nuestros ojos en sus costados.
Todas las cosas tratamos cada uno según es nuestro talante: nosotr@s  lo que tiene importancia, ell@s  todo lo importante.
 

Alberto Pérez lo cuenta mejor que nosotras…así que hemos optado por directamente copiarle. Fenicios, cartaginenses, romanos…y final, y más recientemente, acpacyanos, han dominado el mare Nostrum, que del 9 al 15 de octubre fue “suyum”, también el Mar Menor, pero esa es otra cuestión…menor… pero con personalidad jurídica propia.

 

El Hotel Entremares, majestuosa e imponente presencia, que rasga el cielo de La Manga  desde los tardosetenta, a tenor de cierta estética kitsch que cautiva más que repele a la par que le dota de la personalidad de los miles de personas que lo han habitado. Antiguo no es estar viejo al igual que vintage no es ser moderno.

Tras el ascensor que salva las escaleras de la entrada nos encontramos – ya no nos abandonaría- una no física alfombra roja que llevaba a recepción, al comedor, a las habitaciones: facilidades extra, que no caridad, eso es lo que pedimos y eso es lo que obtuvimos.

Hecho el desembarco de Normandía que implican los viajes de ACPACYS tomamos posesión de nuestro islote perejil, sin bajas, y procedimos a las reformas habitacionales propias y necesarias para hacer de nuestra estancia un Xanadú. Colocada la bandera en la colina de Iwo Jima tocaba degustar las viandas que, en forma de surtido buffet libre, amenazaban con agrandar unos grados el ángulo de nuestro perímetro abdominal.

“¡¡Hay que hacer algo a este respecto !!” exclamó la turba desatada. “¡¡Bailemos y devolvamos el cinturón del pantalón a su lugar originario!!”, exclamó al unísono el mundo cordobés de la parálisis cerebral. Negociamos la mitad de la pista de baile para ACPACYS con la senectud allí presente aunque, COVID mediante, terminamos por fundirnos al son de un Georgie Dann que, pese a ser octubre, no desentonaba dadas las veraniegas temperaturas.

Luminosa mañana, que diría Triana, la del lunes en La Manga. Tocaba playa y piscina, difíciles de adaptar ambas pero esto es ¡¡ESPART…!! no, perdón, ACPACYS; bueno, que, como siempre, nos apañamos para darnos un buen baño desafiando a ese aire de levante que en Cádiz tiene hasta grupo propio. Como somos heterodoxos en nuestra ortodoxia y nos gusta la libertad nos íbamos repartiendo ora piscina, ora agua salada playera, ora chiringuito. Siempre buscando la diversión, siempre disfrutando.

Buffet, siesta reparadora, asueto, cena, baile…llega el martes y tocaba visitar Cartago, aún a sabiendas de que ni Anibal ni Amilcar Barca estarían para recibirnos. Ciudad bonita, con casco histórico que hace honor a su apellido. Andable, rodable, vivible, el tiempo acompañó así que miel sobre hojuelas.

El ecuador de la semana, tercer día completo de las vacaciones, venía rojo y gualda, así que nos decidimos a afrontar un festivo dentro de unas vacaciones, concepto extraño este. El doble día libre no desmereció las expectativas y, para no defraudarlas nosotras tampoco decidimos divertirnos el doble: ¡¡¡¡no daremos más detalles, malpensadas!!!!.

El jueves visitamos el Cabo de Palos, una buena rodada en kilómetros con un inusual sol de justicia otoñal ¡¡¡márchate ya San Miguel y llévate tu membrillo !!!. A la vuelta el buffet, que siempre era uno de los objetivos del día, se tornó en oasis, no el grupo de los Gallagher sino uno culinario reponedor.

La visita del viernes 14 de octubre a las instalaciones de ASTRAPACE, asociación murciana hermana, merece una entrada específica en este blog, y como tal la tendrá.

A la vuelta, adormiladas y extenuadas por el día y lo acumulado previamente, tocaba la no menos ingente tarea de hacer equipajes. En todo grupo humano hay dos tipos de personas cuando se viaja: las que parecen Marie Kondo y las que parece que llevamos cinco meses secuestrados en la habitación que habitamos. Una descarriada maleta no oyó la llamada final del chófer, Lolo, y allí se quedó ella, sola, abandonada, en tierras mediterráneas.

El sábado iniciamos la última etapa de nuestro Tour, no sin antes habernos despedido la noche anterior adecuadamente de camareros y camareras, que tantos momentos de alegría nos habían brindado, nunca mejor usado el verbo. En esa etapa final había 21 líderes empatados a puntos en la clasificación general final, los puntos que se otorgan a la satisfacción, el disfrute y el buen hacer.

El asfalto sustituía a la arena de playa, esa que desde mayo del 68 aún nos espera bajo los adoquines, los cordobeses abrazos del destino no ahogaban los aún cercanos vítores murcianos del origen. Llegamos a la ciudad califal. Esperamos la siguiente “colonia”. Por favor, que no sea de Bustamante. Tic, tac, tic, tac.

 

Antonio Bueno González (ACPACYS)

Coordinador del viaje a La Manga del Mar Menor.


 

 

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