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Somos mujeres, nómbranos, míranos y escúchanos

Desde niña, cuando oía alguna noticia sobre violencia de genero me indignaba profundamente, pero siempre me asaltaba la misma duda ¿quién soy yo para pensar o preocuparme por esto?  En ese momento, sentía la violencia de género como algo ajeno a mí. 

Yo, la niña eterna, la mujer con parálisis cerebral y grandes necesidades de apoyo a nivel físico sumergida en una burbuja de sobreprotección que siempre luché por romper. Siempre estuve empoderada, pero mi camino fue distinto y, en ese punto, creía que la violencia como demanda central del feminismo nunca iba a pasarme a mí ni a mis compañeras.

Sentía entonces que esto no iba conmigo. Sin duda, era y soy mujer. Pertenezco, por tanto, a ese supuesto sexo débil, a esos roles y estereotipos de género, concebidos y creados socialmente, ¿pero donde quedaba yo como mujer con parálisis cerebral? Me pasaban cosas. Me atravesaba el género, pero de una forma distinta a la de las mujeres sin discapacidad. Por todo ello, en ese proceso vital e interno, sentía que el feminismo y sus demandas no eran mías.

Toda esta imagen preconcebida cambiaría a medida que iría rompiendo mi burbuja. Y cambiaría especialmente cuando hace ya algunos años, en el Día Mundial de las Personas con Parálisis Cerebral moderaría una mesa sobre mujer y discapacidad. En ese instante tuve que pararme a pensar para después hablar en voz alta. Siempre se me ha dado muy bien analizar y así lo hice. Me di cuenta de que quizás yo también tenía algo que decir. Me planteé que algunas demandas que había visto de soslayo en los medios de comunicación quizás también tendrían que ver conmigo. Acudiría y hablaría. Hablaría como mujer con parálisis cerebral. Contaría las barreras a las que me enfrento día a día por tener parálisis cerebral y cómo tengo que afrontar mayores dificultades por el hecho de ser mujer. Y todo ello desde la verdad de la experiencia, sin tener claro muchos conceptos, que después aprendería dando, con ello, sentido a todo lo que estaba y estoy viviendo.

Pronto entraría a formar parte de la Comisión de Género de CERMI Estatal y, más adelante, del Consejo de Participación de Fundación CERMI Mujeres. Todo ello como representante de Confederación ASPACE, como voz, por tanto, de las niñas y mujeres con parálisis cerebral. Y esa nebulosa inicial se iría clarificando. A partir de ese momento comenzaría a identificar, a darme cuenta de que muchas de las demandas feministas también lo son de las mujeres con discapacidad. Descubriría que las mujeres con discapacidad estamos más expuestas a la violencia y tenemos un riesgo 4 veces mayor de sufrirla a lo largo de nuestra vida. Descubriría también que, en todas sus manifestaciones, nosotras, las mujeres con discapacidad, nos situamos 10 puntos porcentuales por encima en términos de incidencia que las mujeres sin discapacidad. Y constataría que esta realidad es todavía más cruenta para mí y mis compañeras con parálisis cerebral.

Nosotras las mujeres con parálisis cerebral, con nuestros cuerpos no normativos, que escapan al ideal de belleza, no solo no tenemos un escudo frente a la violencia, que nos proteja y nos aleje de ella, sino que experimentamos todavía más violencia. Y lo hacemos porque a nuestra situación de pluridiscapacidad se suma una situación de dependencia en el 80% de mujeres con parálisis cerebral, que, como yo, presentamos grandes necesidades de apoyo, ya sea a nivel físico, intelectual, comunicacional o por combinación de dos o más de ellos.

En mi caso las grandes necesidades lo son a nivel físico y eso hace que necesite una tercera persona para todas mis actividades, incluida la higiene. Eso me convierte en una mujer vulnerable socialmente, ya sea porque esa persona, ese recurso humano no está todo lo que yo necesito o porque, cuando lo está, puede aprovechar para prestar los apoyos de forma inadecuada. Necesito ser consciente. Necesitamos serlo y saberlo para poder reconocerlo y, en su caso, alzar la voz.

¿Y mis compañeras con grandes necesidades de apoyo a nivel comunicacional? Me refiero a aquellas que emplean Comunicación Aumentativa y Alternativa. En ellas la propia falta de conocimiento y reconocimiento jurídico de su comunicación le expone a la mayor de las violencias. No solo son objeto de mayor violencia contra las mujeres, sino que, además, no se les permite defender sus derechos en juicio.

Desde ese momento, me di cuenta de algo. El feminismo tenía mucho que ver con nosotras. El género como eje de opresión nos traspasaba claramente. Y, además, en nuestro caso, se sumaba otro eje, la discapacidad y, en particular, la parálisis cerebral como tipología de discapacidad con mayor vulnerabilidad social. Esto es, nosotras no somos vulnerables por naturaleza, lo somos por la falta de apoyos humanos. Lo somos por carencias normativas, que nos dejan en lugar diferencial y que no nos permiten ser iguales. Lo somos, en definitiva, por falta de asistentes personales o porque no se reconoce nuestra comunicación.

En todo este camino, me he dado cuenta de nuestro feminismo; el feminismo de las mujeres con discapacidad. Tenemos agenda feminista y nuestras demandas tienen que estar incluidas. En el caso de las mujeres con parálisis cerebral nuestro punto de partida es el reconocimiento como mujeres. Y es que las grandes necesidades de apoyo, ese necesitar a una tercera persona todo el tiempo y toda la vida, hace que socialmente no seamos vistas como mujeres. Hace que la sociedad crea que a nosotras, por el hecho de necesitar apoyos o porque los roles de género adopten una visión capacitista, escapamos a la violencia estructural de género. Sin embargo, nosotras, las mujeres con parálisis cerebral, también cuidamos, también ejercemos ese rol de género.

Nuestras capacidades no nos permiten prestar cuidado físico, pero somos las grandes proveedoras del cuidado emocional. A nosotras recurren las demás personas para contarnos sus problemas y les aconsejamos porque somos resilientes, porque sabemos qué significa enfrentarse a barreras todos los días y, pese a ello, seguir en pie. Somos también cuidadoras.

Y también, aunque les suene distante, también nosotras somos mujeres deseadas, deseantes y deseables. ¡Somos mujeres! En todos y cada uno de los sentidos. Con nuestras particularidades y demandas propias, pero mujeres que han vivido y viven las discriminaciones históricas de las mujeres. Mujeres, quienes, dada su discriminación interseccional por razón de género y situación de parálisis cerebral, conocemos menos nuestros derechos y nos sentimos menos legitimadas para reivindicarlos. Mujeres que vivimos violencia en todas sus manifestaciones y, en particular, violencia sexual. Mujeres, mujeres, mujeres. Por eso, tenemos que estar, empoderadas y unidas a nuestras compañeras feministas. Por eso, no te olvides de nosotras. Somos mujeres: nómbranos, míranos y escúchanos.

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